Nicolás Tadeo Gómez conoció el esplendor borbónico en Chile y Perú y la entrada de San Martín en Lima. En Santiago fue contable de una compañía comercial y en Lima entró en la élite criolla por su ?parentesco? con los Salazar y Carrillo. Fue comerciante en las minas de Pasco, hasta que el arzobispo González de la Reguera lo ordenó sacerdote y lo nombró profesor de latín del seminario de San Carlos. En Cuzco fue familiar de confianza del obispo Bartolomé María de las Heras, elegido por Carlos III para pacificar el territorio después de la revuelta de Tupac Amaru, y regresó a Lima cuando De las Heras fue nombrado arzobispo. Estos años limeños fueron los de José de Abascal, época brillante pero también de tensiones sociales y políticas, que Nicolás Tadeo Gómez vivió con intensidad como decidido partidario de Fernando VII.
Sobre todo, fue un observador curioso y metódico que dispuso de una atalaya extraordinaria y que no escribió por oficio, sino por satisfacer su propia inquietud. Mostrar su testimonio significa ofrecer la visión -inesperada- de un testigo del fin del periodo colonial en Chile y Perú, con la perspectiva de un protagonista que se movió siempre en posiciones privilegiadas.