Tras abandonar los estudios de filosofía y el activismo político, Jacinto Manzanares abre una pequeña empresa de jardinería y se casa. Se asocia con Salvador Tortuera y traslada el negocio de Barcelona a Madrid.
Pasan los años y Jacinto Manzanares se va preguntando sobre el sentido de su vida. Sin encontrarlo, decide realizar un cambio radical. Primero corta la relación empresarial con su socio y emprende un negocio similar en solitario, luego se declara en bancarrota y, finalmente, regresa al hogar familiar de Barcelona y, sin dar explicaciones, se postra. El comportamiento de Jacinto Manzanares responde a un objetivo: poner al mundo entre paréntesis y conocerse a sí mismo. Durante los meses que pasa encerrado en la casa, sin apenas abandonar la cama en la que se ha postrado y sin pronunciar una sola palabra a las pocas visitas que recibe, Jacinto Manzanares va practicando un método esencialmente fenomenológico para tratar de saber quién es.
Su esposa decide pedirle el divorcio y, animada por su abogado, contrata al detective privado Socorro González para que investigue la vida de su marido en Madrid y descubra si la bancarrota fue real o se trató de una artimaña económica. Aunque no encuentra ninguna prueba, el detective está seguro de que Manzanares oculta algo y lo que empieza siendo un trabajo rutinario se convierte en una obsesión.