Ana tiene 12 años a comienzos de 1548. Es la menor y única mujer de seis hermanos. Pertenece a una de las familias más antiguas de Medellín, cuna de conquistadores. Su padre es un hidalgo arruinado. Gracias a él, desde pequeña, ha aprendido a leer- costumbre inexistente en las mujeres de la época- y sueña en convertirse en chico para poder vivir maravillosas aventuras en ultramar.
Sin vocación religiosa y sin dinero para una dote, su única alternativa es acceder a los deseos paternos y enrolarse en una expedición naval rumbo a Asunción para contraer matrimonio con uno de los conquistadores de aquellas tierras.
Por muerte de su marido, Doña Mencía de Calderón asume el mando de la expedición. Con ella viajan sus propias hijas y un grupo de muchachas, como Ana, de escasa hacienda.
Parten de Sevilla en 1550. La larga travesía a bordo del San Miguel enseguida se convierte en un cúmulo de sufrimientos y penalidades: Tempestades, piratas, escorbuto... causan estragos en la tripulación y en las propias jóvenes. Ana va madurando y, ya en Asunción, transcurridos seis años desde su partida, reconoce, por fin, en Alonso, el grumete, a su auténtico amor.