El 25 de abril de 1974 Portugal inició su camino hacia la democracia. Lo hizo por medio de un golpe militar que abrió paso a una tendencia revolucionaria que pareció ensayar un camino nuevo y diferente dentro de esa tercera ola descrita por Huntington. La Revolución pasó por fases muy diferentes, generando en el verano de 1975 un momento de indudable tensión social. Tras este llamado verano caliente, el proceso fue progresivamente encaminándose hacia un modelo de democracia liberal clásico, aunque los legados revolucionarios son ampliamente visibles en el Portugal actual. Por eso la Revolución es ampliamente percibida como el momento seminal que llevó al país a la libertad, y por eso sigue siendo, cincuenta años después, tan positivamente valorada por la mayor parte de la sociedad lusa.