Martín Vega, hombre autodidacta (pasó de ser guarda de una finca en España a funcionario de una organización internacional), aparece viajando en un buque imaginario, El Occidente, en el que tiene un encuentro con varios personajes pintorescos. Con ellos va tomando conciencia de la barbarie de la guerra de Irak y del ocaso de nuestra cultura, pero también de la fragilidad de las alternativas religiosas y místicas. El buque surca un mar imaginario en el que hay otros navíos como Islam, India o China. En un momento determinado se produce un incidente en el que él y sus amigos Osuna y Koohlas son tratados como terroristas en un aeropuerto también imaginario. Allí Martín Vega toma conciencia de que tiene que actuar contra la barbarie, pero confuso aún ante qué postura tomar entre las «occidentales» y «orientales». Digamos que anclado aún en el mundo de las ideas. El ambiente del mar imaginario y los barcos que lo surcan da paso a una situación realista. Martín Vega aparece con un destino de trabajo en una Organización Internacional de Comercio en la isla de Tenerife. Aunque allí también impera el sistema mercantil, se siente como si el océano, el indomable Teide y la hora de diferencia de cada día las princesitas vecinas que le llenan de alegría y esperanza con sus apariciones y fantasías ayudarán a preservar la naturaleza y la civilización contra la codicia de los tecnobárbaros. Aún más, el encuentro con Runa y el amor por ella le llevan a descubrir el sentido de su vida, en una hermosa historia de transformación personal.
«Una novela de urgente contemporaneidad.»
Babelia