Durante décadas, el antropólogo Jeremy Narby ha colaborado con laspoblaciones indígenas de la Amazonia para que obtengan los títulos depropiedad de sus tierras. Pero, desde sus primeras estancias en lo más recóndito de la selva peruana, Narby también fue tomando concienciadel extraordinario y amplísimo conocimiento que los chamanes tienen no solo de las plantas, sino también de sus interacciones bioquímicas ymoleculares. ¿Cómo era esto posible? Sin duda ese conocimiento erareal, hasta el punto de que las principales multinacionalesfarmacéuticas se han apropiado de él y han reconocido que lo usaron,por ejemplo, para la creación de las primeras anestesias de usoquirúrgico. Narby quiso averiguar cómo estos hombres, ajenos a todaherramienta científica, habían podido conocer una informaciónbiológica a la que ni siquiera los químicos occidentales habían tenido acceso previamente. La respuesta que recibió de los chamanes resultóser tan simple como inesperada: fue la ayahuasca, planta alucinógenasagrada, quien se la transmitió.
A pesar de su lógicoescepticismo inicial (los occidentales no creemos que las pl