La detective Viola Mercante, Uve para los amigos, ha recibido un encargo extraño: debe investigar a una secta religiosa de origen estadounidense que parece estar detrás de la aparente tranquilidad que se vive en un barrio pobre de las afueras de su ciudad. Viola Mercante, «Uve», antigua policía y ahora detective privada; seductora, bisexual y deslenguada. El padre Tomás Ardente, jesuita joven y atractivo que trabaja en la parroquia de San Andrés, un barrio pobre que es un reducto de la inmigración latinoamericana y de la violencia. La vida de ambos se cruzará cuando el padre Ardente le encargue a Uve investigar la Iglesia del Dios Primigenio, una secta de origen estadounidense, no especialmente proselitista y en apariencia inofensiva, que ha levantado sus sospechas por dos motivos: apenas hay referencias sobre ella en ninguna parte y, desde su llegada al barrio, la criminalidad ha descendido de manera sorprendente. Uve moviliza a su ex novio y, sin embargo, mejor amigo, un friqui entrado en la cuarentena y genio de la informática, quien le confirma que apenas hay datos de esta iglesia. Sus otras fuentes, el policía Morales y Alberto el Retrepao (un personaje casi marginal y su contacto en la calle), le corroboran con su poca información lo que cada vez resulta más evidente: están sucediendo cosas muy extrañas... La ciudad, y en concreto la población del barrio, está como apática y sumisa. Todo ello parece relacionado, además, con unas pequeñas muñecas protectoras que venden los artesanos andinos en los puestos ambulantes. Y así, poco a poco, sin apenas darse cuenta, Uve va cayendo en lo que parece una trampa urdida desde los más altos estamentos eclesiásticos que pondrá en peligro, no sólo sus vidas, sino todo lo que nos habían contado.