El monstruo no sabe deletrear su nombre y va preguntando a la gente: ¿Soy MOSTRUO, MONSTRO o MOOOOOONSTRUO? Pero las personas, en lugar de responder, salen corriendo, lloran, gritan, se hacen pis encima. Él no entiende por qué todos actúan de ese modo, pues no es consciente de su propio y temible aspecto. Cuando el monstruo está a punto de darse por vencido descubre a Berta, la irresistible bibliotecaria con la verruga más peluda y esponjosa que alguien pueda imaginar.