El mayorazgo, que permitió la transmisión patrimonial y la preservación de la memoria del linaje, fue una de las instituciones claves de la Edad Moderna. El análisis de las prácticas de vinculación de bienes en el seno de las familias aristocráticas y las burguesías enriquecidas permite comprender mejor el modelo social imperante en el Antiguo Régimen, en el que el prestigio, el honor, el estatus y el deseo de perpetuación constituyeron pilares fundamentales. La litigiosidad se convirtió a menudo en una característica inherente a la institución, debido a las diversas interpretaciones jurídicas posibles, así como a las luchas legales desatadas por el control del patrimonio en el seno del linaje. Esta obra combina el análisis institucional con la historia social y tiene, además, el valor añadido de recurrir a los contrastes europeos, particularmente al caso francés, para indagar en los rasgos comunes, singularidades y diferencias que plantean con el mayorazgo castellano.