James Wood, uno de los grandes críticos literarios contemporáneos, revela su íntima relación con la palabra escrita en este luminoso ensayo. Leer Lo más parecido a la vida es asistir a una clase magistral impartida por James Wood, uno de los grandes críticos literarios americanos de nuestro tiempo. Para él, de entre todas las artes, la ficción tiene una capacidad única a la hora de describir la textura de nuestras vidas y rescatarla de la muerte y el olvido histórico. A partir de discusiones brillantes con grandes obras literarias como El beso de Chéjov, Los emigrados de Sebald y La flor azul de Penelope Fitzgerald entre otras, Wood nos transmite su comprensión del acto de leer como la más sagrada y personal de las actividades. Lo más parecido a la vida es el libro más personal de James Wood, que huyó de la rigidez académica para mostrarnos la conexión de la literatura con la vida. Es un luminoso ensayo y una invitación a reconsiderar lo que está en juego cuando leemos y escribimos ficción, que entusiasmará a lectores de Muriel Spark, Nabokov, Saramago, Naipaul, W.G. Sebald, Thomas Bernhard, Javier Marías, Danilo Kis, Ian McEwan, Penelope Fitzgerald, Alice Munro o Zadie Smith. Reseñas:
«Excelente: perspicaz y sensible, una combinación muy poco frecuente en el mundo de la crítica.»
Sunday Times «Breve pero fascinante.»
The Independent «Un libro breve pero delicioso.»
Laurence Scott, Financial Times «Lo más parecido a la vida demuestra que, ya sea recorridos cortos o largos, la de Wood es una voz que vale la pena escuchar.»
Forbes «Un libro de gran riqueza expresiva. Un virtuoso despliegue de pasión e ingenio.»
Publishers Weekly «Este libro, de una sosegada sofisticación, es iluminador y revelador en lo que al propio Wood se refiere.»
Newsweek «La mente de Wood es como un recipiente en el que se guardan los tesoros de la literatura que deben protegerse del paso del tiempo. Pero el tesoro no es meramente estético: los libros son cajas de seguridad para el afecto humano, como urnas que contienen palabras en lugar de cenizas.»
Peter Conrad, The Guardian