«Los barrios, las fábricas, las escuelas, la iglesia, los bosques, los campos, todo lo que existía había desaparecido (...) todo eso no era más que un manto de cenizas blancas (...) ¡No podía soportar una vida sin sentido! Tenía que encontrar lo que no perece. Tenía que aferrarse a lo que no muere nunca». Lo que no muere nunca es la autobiografía de Takashi Nagai, en la que el autor recorre su vida, desde la infancia hasta el día de la explosión de la bomba atómica, captando los numerosos acontecimientos que se desarrollan como la secuencia de pasos en un camino que la Providencia ha trazado hábilmente para prepararle para el momento del gran punto de inflexión. Una sucesión de acontecimientos narrados en tercera persona tan sensacionales que merecen, aunque solo sea por sí mismos, ser el argumento contundente de una obra literaria, pero que en este relato adquieren un horizonte aún más amplio, al ser las huellas de un camino hacia el descubrimiento de la Verdad que nunca muere.