Este libro es una desavenencia con la charlatanería de la sociedad occidental. Se habla en exceso y no se comprende (o no se quiere comprender) que el silencio es valioso en sí mismo y, en innumerables ocasiones, mejor que el parloteo superfluo.
En la búsqueda siempre difícil de fuentes se ha dado por casualidad y sin proponerse con los tres determinantes del rasgo -piedra, madera, colores- que enunció Heidegger, debiendo tenerse en cuenta que a dos -piedra y colores- les corresponde una determinada parte de la geografía peninsular -a la primera la pesadez del interior, el brillo de la costa a los segundos- y que el restante -la madera- coincide con la loa antedicha del silencio, por lo que más de un elemento vuelve a unir a Nietzsche y al anterior pensador.