Los matemáticos no saben pilotar aviones es un libro, que en sus tres fragmentos: Hölderlin Deshabitado, Los matemáticos..., y, Vuelo 7988; verifica la trayectoria del autor por una determinada concepción de la poesía como medio para la captura de todo cuanto subyace bajo las apariencias del ser: los ecos de lo vivido enmarcados en un tono reflexivo que permite mostrar todos los espacios que se ocupan concediéndoles emocionalidad, y por lo tanto memoria.
En su conjunto, es una meditación sobre esa cualidad que el paso del tiempo ejerce, y que el poeta, con un lenguaje prolífico en imágenes superrealistas de gran solidez, y un tono de tragedia y melancolía; logra mostrar la inquietud por contextualizar todo lo humano, consecuencia y afán por sobrevivir entre lo que ya existió, el presente, y la pulsación del futuro.
La metáfora general que subyace en el texto es la del ser empeñado en la búsqueda de una cierta perfección moral y teórica, un ideal proyectado desde la extraña lucidez del último Hölderlin, y en la figura de matemáticos con capacidad de exactitud y error, y en el contexto de incertidumbre al que está sometido cualquier vuelo vital. Los matemáticos no saben pilotar aviones es una travesía por los territorios de la conciencia, donde la razón poética proporciona el hallazgo de esa expresión que, entre la luz y la penumbra, entre la memoria y el tiempo metafísico, define la constante transformación de la realidad.