México es uno de los pocos países del mundo que pese a su heterogeneidad antropológico-cultural aparentemente irreconciliable y siendo en buena parte producto de un aluvión, o de una fusión cósmica, ha sido capaz de construirse, regenerarse y lo que es más difícil, diferenciarse, hasta el punto de crear un impresionante cliché -civilización producto de civilizaciones- a través del cual todos, con mejor o peor fortuna, reconocemos o más bien asimilamos uno o muchos de sus rasgos característicos. Infinidad de pueblos mágicos, el poderío de la arquitectura colonial, del mundo maya y azteca, playas interminables casi desde Cancún a la Baja California, misiones y ciudades que son Patrimonio de la Humanidad, como Morelia o Guanajuato, grandes ciudades como Monterrey, la Guadalajara tapatía o la impresionante Ciudad de Méjico con 25 millones de habitantes y un legado cultural e histórico a flor de piel. Una gastronomía única más un folclore riquísimo y una buena infraestructura turística convierten a este destino turístico en uno de los dos o tres más apetecibles del Planeta.