«Esta gente que te digo... Escucha. Estos amigos Esta gente podría estar dispuesta a financiar un proyecto. ¿Un proyecto? Salgado no entiende nada. Un proyecto de partido. Un partido nuestro. Un partido tú y yo dice, aún terminando la carcajada. Torralba baja la voz, impone discreción. Sí, tú y yo. ¿Qué pasa? Para empezar tú y yo Pero si nadie sabe ni cómo nos llamamos, Enrique. No. Ahora no. Pero si nos abstenemos... Todo el mundo nos conocería. Sería una bomba mediática, ¿o no? Dime que no. Estás loco. Vale, estoy loco. ¿Y tú? ¿Cómo estás tú de loca?». Es 2003, la izquierda ha ganado en las elecciones autonómicas en Madrid y parece recuperar el poder después de ocho años destronada. Pero el día de la votación dos diputados del PSOE se abstienen y frustran la elección del candidato socialista. No todo el mundo recuerda el nombre de aquel candidato, pero el apellido de uno de los tránsfugas quedaría grabado a fuego en nuestra historia política. El tamayazo le dio la victoria al PP y abrió las puertas al aguirrismo, una tendencia llamada a transformar las formas de la derec