En las cuarenta y tres piezas que componen Noches sin sexo, la escritora Yanet Acosta combina relatos breves con microrrelatos, muchos de ellos brevísimos, para describir de forma directa e intensa las reacciones irracionales, anómalas e incluso violentas de unos personajes condenados a sus propias pesadillas. Mujeres, hombres y niños recurren a la destrucción, la propia y la ajena, como única forma de canalizar su soledad, frustraciones, miedos o deseos no consumados.
Los cuentos de Noches sin sexo apelan a los sentimientos y a los sentidos, estableciéndose entre éstos un límite sutil y prácticamente inapreciable. Así, el amor, el desamor, el miedo, la frustración o el deseo se mezcla con los olores, sabores, texturas y sonidos para conformar un universo cercano a lo onírico, en el que también tiene cabida el sentido del humor y la ironía.
Complementan los cuentos las bellas ilustraciones a dos colores de Ariadna Acosta ofreciendo a los lectores su sugerente punto de vista o contrapunto a este universo trágico y visceral. Para ello ha utilizado técnicas mixtas, y se han usado tanto acuarelas como acrílicos.