El libro que sostiene en sus manos reivindica la dignidad de los empleados públicos y responde a las insidias contra lo público y sus trabajadores.
Los empleados públicos, especialmente en épocas de crisis, se convierten en el blanco de todas las iras y víctimas de insufribles recortes.
En tiempo de bonanza, por el contrario, nadie se acordaba de ellos, salvo para convertirlos en objeto de escarnio. Sí, los tiempos del pelotazo, cuando cualquier iletrado podía cuadruplicar las ganancias de un juez.
Hoy, de continúo se arrojan envenenados dardos contra ellos: "sobran funcionarios", "deben ser despedidos como en la empresa privada y así ahorramos papel y teléfono", "son unos privilegiados", etc. Incluso algunos los motejan de "grasa que sobra en todas partes" o alegando que "los funcionarios estarían mejor en casa, con un subsidio, saldría más barato". Sin embargo nadie recuerda que los empleados públicos adquieren su condición tras acreditar unos requisitos objetivos, estudiar duramente y ser los mejores, en igualdad de condiciones, entre cincuenta, cien, mil o más aspirantes a la misma plaza.
En las páginas de Nosotros, los empleados públicos denunciamos se rebaten los ataques injustos lanzados contra los funcionarios y los servicios públicos, a la par que se evidencia y reivindica su valiosa y meritoria labor.