Desde que a mediados del siglo XX se elaboró, bajo la dirección de M. Alvar, la obra titánica del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), cuyos seis volúmenes fueron apareciendo entre 1961 y 1973, miles de escritos se han ocupado de las hablas andaluzas, si bien es preciso llevar a cabo una drástica criba que haga aflorar las verdaderas aportaciones a su conocimiento. La imagen que del andaluz se ha ido configurando, dentro y fuera de la región, continúa siendo parcial, porque está basada casi exclusivamente en la pronunciación y en cierto léxico, cuando la clave para saber cómo hablan español los andaluces ha de buscarse sobre todo en la construcción de las secuencias y el contorno melódico, y por la notable subjetividad de bastantes de los juicios valorativos Y resulta parcialmente desfigurada, entre otras razones, porque la lengua refleja que la Andalucía actual poco tiene que ver con la atrasada de no hace tantas décadas. Para captar la heterogeneidad del habla andaluza harían falta potentes cámaras en movimiento que recogieran diversas situaciones de comunicación. Aquí se proponen unos cuantos encuadres que pueden contribuir a lograr un retrato más ajustado a la realidad de algunos de los diversos usos idiomáticos de los andaluces.