Los sentimientos misantrópicos datan de la Antigüedad y llegan intactos hasta el presente. Con sus respectivas variaciones de tono y enfoque, cada época supo felizmente producir a los autores encargados de recordarnos que no somos nada, sino algo, y muy feo. Cada vuelta en la espiral del autoodio agrega una perspectiva más desde la cual asombrarnos de nosotros mismos. Nuestro caudal de cualidades repulsivas es prácticamente inagotable. Misantropía, nihilismo, escepticismo, antiintelectualismo y misoginia, todos ellos guardan algún rasgo de nobleza y por ende no han sido discriminados en esta ecuménica selección.