Paco el de La Columna no es solo un nombre al que acompaña un apodo contundente, es una figura extraviada en la memoria de la sociedad donde creció y progresó hasta desaparecer.
Es la voz huida y silenciada en el tiempo; la letra urgente escrita en pedazos de papel que han de soportar un catálogo apresurado de recomendaciones, instrucciones y sentimientos. La mano que espera Amalia cada noche cuando se retira a leer una y otra vez sus cartas. Un comerciante popular en Jerez de los Caballeros, un concejal comprometido con su pueblo, un padre perdido; un soñador, buscador incansable de nuevos géneros y sensaciones, que se llevó el olvido.
No queda en la ciudad a la que se entregó nada que le recuerde, salvo vagos testimonios que se han ido apagando. Ni siquiera la columna que daba nombre a su comercio y sobrenombre a su persona se mantuvo en pie.
Recuperar su figura, su trabajo, sus viajes, su vida, en definitiva, es de justicia y una forma de reparar desasosiego y desconsuelo.