Esta no es solo la historia de una amistad entre dos escritores de uno y otro lado del océano, es también la historia de una época de la literatura, de dos ciudades y de dos formas de ver el mundo, a través de los ojos de Borges y Quiñones.
Me alegro de que un escritor joven, Alejandro Luque, que conoce la obra de Fernando Quiñones con la misma hondura con la que conoce el mundo del que Fernando venía, se haya convertido en un activista entusiasta de su memoria. A la luz de Borges se lee y se entiende mucho mejor la literatura de Fernando Quiñones.
Antonio Muñoz Molina