Parecía que no existiera el mañana, pero existió y entonces hubo que hacerse real; hubo que construirse una comunidad; hubo que leer para leernos. Y leíamos sobre la residencia de Dios, sobre la puntualidad del mirlo en su bebedero, sobre el lenguaje de las flores y las frutas como tratado de lejanías. Y al leer sobre estos asuntos (otro estrato), Luis Yarza vivía. Pero no solo existía desde lo literario, pues otra capa procede de la experiencia de quien mueve los hilos [?]