París es una metrópolis planetaria, por su papel económico y porque éste es el aire que allí se respira, gracias también a su estructura urbana, nueva y antigua, que es resultado de la historia de la arquitectura. El Sena, el río francés por excelencia, fue declarado por la UNESCO "patrimonio de la humanidad", por la riqueza histórica y monumental de sus orillas. Es un punto de referencia esencial en la vida urbana: es útil para medir las distancias, determina los números de las calles y divide la ciudad en dos partes muy distintas. Y, además, en él se encuentra la Île-de-la-Cité, el corazón histórico, el núcleo alrededor del cual se desarrolló la primitiva Lutecia gala y la posterior urbe romana. Sede de palacios reales, de edificios eclesiásticos y del primitivo templo que luego se convertiría en la catedral gótica que hoy conocemos, actualmente sigue conservando esa situación de privilegio al albergar una buena parte de los órganos del Estado. Su visita es obligada, además, por la belleza que encierra en sus múltiples rincones, jardines y paseos. París es una ciudad mundial también en otro sentido, el de