Antiguamente eran los mismos progenitores los que educaban directamente a sus hijos, transmitiéndoles no solo los conocimientos propios del oficio familiar, sino también los modos de conducta, de respeto común, de buenos modales, etc. Todo ello se aprendía por imitación y observación. Con el tiempo, los padres se han sentido desbordados y han tenido que pedir ayuda y confiar sus hijos a maestros, educadores, entrenadores, catequistas, monitores... Este libro ofrece una visión positiva que, sin pretender ser un recetario, sí aporta consejos sencillos y prácticos, estrategias educativas para ayudar a padres y madres, y también a profesores, en la educación de niños y adolescentes en el amor y en los valores que nunca caducan ni pasan.