En 1934, con veintidós años, John Blofeld llegó a Pekín. La ciudad había dejado de ser la capital de China y todos sabían que pronto caería en manos de los japoneses. Sin embargo, todavía era patente su antiguo esplendor imperial. Pekín contaba con ambientes de increíble belleza que sedujeron al joven escritor. John Blofeld disfrutó de sus incontables encantos sensuales, de banquetes con decenas de platos, de paseos por parques de geometría exacta, del exquisito protocolo de las muchachas de las "casas de las flores". También conoció a intelectuales, eruditos de refinados conocimientos musicales y literarios, y profundizó en la vertiente espiritual de la vida china. Todo aparece en este libro, una crónica sincera de una ciudad que sería barrida por la historia.