Amparadas en la
creencia de Álvaro de Campos en que el único prefacio a una obra es el
cerebro de quien la lee; en el rechazo de Fernando Pessoa a prologar la obra
de su mejor amigo con las palabras: He reflexionado sobre la cuestión de los
prefacios y elijo seguir el célebre consejo de Polichinela a los que van a
casarse: NO. [...] No explicar es, todavía, una de las principales
condiciones para la imposición y la victoria; y en que el taimado traductor
(el propio Pessoa) de una jamás publicada edición inglesa de los poemas de
Alberto Caeiro dejó anotado con letra grande y clara que un prefacio siempre
es malo, y el prefacio de un traductor es cosa positivamente inmoral,
decidimos no escribir ningún prólogo y limitarnos a proponer, desde esta
contratapa, que bien querría ser un cartel, que esta Obra reunida (compuesta
por un libro íntegro, otro inacabado y un puñado de poemas sueltos
ultracontemporáneos) sea leída alternativamente como un arte poética, un
manual de supervivencia, un sutra ateo, el diario lírico y libertario de un
pastor.
Teresa Arijón Bárbara Belloc