Una maravillosa historia sobre el continente rojo.
Melbourne, 1883. Francesca se ve forzada a hacerse cargo del negocio de su padre, que recorre un río australiano transportando mercancías en su barco de vapor. Aunque está dispuesta a todo con tal de ayudar a su envejecido progenitor, la joven pronto deberá lidiar con los prejuicios de un oficio pensado para hombres, mientras a su paso despierta pasiones, envidias, venganzas y destapa un gran secreto que cambiará su vida para siempre. El continente rojo amenaza con quebrantar la unión de una familia...
El hotel Overland Corner estaba construido con piedra caliza. Las paredes tenían medio metro de grosor -el aislamiento perfecto para el seco calor veraniego-, y los suelos eran de madera de eucalipto. El día que Mary y Joe Callaghan entraron en el edificio se habían reunido allí casi trescientas mujeres aborígenes para ver a «la compañera blanca» de Joe. Por aquel entonces una mujer blanca era una imagen muy rara y exótica en la zona, y a Mary le irritaba que se montara semejante escándalo alrededor de ella. Además, enseguida advirtió que ser una especie de celebridad también tenía sus inconvenientes, sobre todo cuando las tareas domésticas quedaban sin hacer porque las mujeres de los aborígenes no paraban de llamarla desde la puerta de servicio que daba a la cocina para tocarle el cabello y acariciar su ropa. La región en la que se hallaba el hotel estaba habitada desde hacía miles de años por aborígenes. Levantaron allí sus poblados, construyeron precarios cobertizos y vivían de lo que les daba el río. Al llegar los europeos, las poblaciones autóctonas empezaron a comerciar con el valioso ocre que extraían de las rocas en las inmediaciones. Mary lo utilizaba para embellecer la chimenea del hotel tiñéndola de rojo.