Sólo la muerte enseña a vivir, lo cual supone que hay que enfrentarse con la muerte, y hay que enfrentarse con la idea que cada uno tiene de la muerte. Esa idea está tejida por nuestros hábitos culturales y por nuestras visión cotidiana de los hechos.
Saber morir intenta acercarse a la muerte diaria, a la muerte a gritos, a la muerte silenciosa, a la muerte pensada o a las relaciones que mantiene, invariablemente, la muerte con otros campos, como pueden ser el de la moral y la religión. El libro se acerca también, en una especie de ética aplicada, a aquellos fenómenos que rondan la muerte. Es el caso de la interrupción voluntaria del embarazo, de la eutanasia, de la vejez, de la disminución o minusvalía. De esta manera se entrecruza nuestra experiencia bien concreta de la muerte con los hechos y conceptos que la rodean y que dan lugar a nuestro juicio de lo que es el morir o el matar. Naturalmente el resultado no es la fatal aceptación del destino más irrevocable de los humanos. El objetivo, antes bien, tiende a insertar la muerte en nuestra vida, a buscar sentido a las acciones humanas; a otorgar, en suma, esa porción de felicidad a que pueden aspirar los seres humanos.