Hubo un tiempo en el que tener una casa en el pueblo o en la playa, un refugio lejos de esa realidad defectuosa en la que vivimos, se convertía en un símbolo de lo que se esperaba ser algún día.
Segunda residencia nos habla de gente corriente, de sus pequeños fracasos, de las hostilidades, muchas veces inadvertidas, que nos impiden ser felices. Podemos encontrar niños en la confusa frontera de la adolescencia, adultos que intentan cambiar su existencia sin conseguirlo, parejas vagando a la deriva, seres solitarios y perdidos, siempre con la sensación de encontrarse en el lugar inadecuado, de no ser los verdaderos protagonistas de sus vidas.