Inmoralidad, indecencia o pornografía fueron palabras muy utilizadas en tiempos en los que se empleaban anodinos eufemismos para términos impronunciables como braga, pene, orgasmoà mientras se ponía el foco sobre la longitud de las faldas y lo que debían tapar los trajes de baño. Tiempos de ridículas censuras en los que se confundían los conceptos de delito y pecado. A partir de una visión transversal y más allá de la anécdota, se analiza una realidad compleja que abarcaba la prostitución, la homosexualidad, las madres solteras, las «queridas», la censura, la pederastia encubierta o las costumbres sexuales de los españoles bajo un sistema estrictamente patriarcal donde la moralidad se circunscribía a los centímetros de piel mostrados, y que afirmaba que los hombres tenían necesidades sexuales distintas a las de las mujeres, cuyo único destino parecía el matrimonio. De los tiempos de los Congresos Nacionales de la Decencia en playas y piscinas y la persecución policial al nudismo y al bikini, a su forzada autorización; de los grandes burdeles de posguer