La policía habla de un posible suicidio, ya que el cuerpo fue encontrado sobre la acera bajo la ventana del domicilio familiar, pero él se niega a considerar esa posibilidad. Sostiene que todo iba bien, razonablemente bien.
Nada en la conducta de Raquel le había permitido sospechar que se sentía mal; tampoco a ninguno de los que la conocieron en vida. Ni la menor señal, ni un momento de debilidad, ni una lágrima. Nada.
La investigación, asignada a Enric Nasarre, un policía cargado de años y de buenas intenciones al que la experiencia ha enseñado a desconfiar de todo y de todos, permite desvelar los motivos y entender el infierno en el que Raquel vivió sus últimos días.
Maldad en estado puro, una ambición sin límites y la ausencia total de escrúpulos es lo que encontramos si acompañamos a Nasarre en la resolución de este caso sin causa aparente.