Jordi Esteva nos lleva ahora a la isla de Socotra, perdida en el Índico, a casi cuatrocientos kilómetros de las costas de Arabia. A este lugar mítico, que ha preservado su flora y fauna primordiales, acudieron indios, griegos y árabes del sur durante siglos, atraídos por las preciadas propiedades de las resinas olorosas de los árboles del incienso, de la mirra o de la llamada sangre del dragón.