Sucede en Chamrouche, la capital de un país gobernado por el partido "frondista". Un día de primavera, tres presos salen en libertad: un forzudo de circo, un ladrón de caballos y un pájaro. Deambulan por la capital tratando de evitar a las patrullas frondistas de salubridad. La hermosa tarde es propicia al optimismo, pero ninguno de los tres abriga esperanzas en el futuro. Se sientan en el cordón de la vereda. Esa noche, un escritor asiste a un concierto en compañía de una amiga muy querida para escuchar a un cuarteto de cuerdas. Delante del teatro hay un despliegue de banderas de las secciones frondistas. Han organizado un mitin. A los frondistas no les gustan los libros del escritor ni la música de cámara. Intervienen en la novela y la destrozan. Penetran en la música y la rompen. La mejor intérprete del cuarteto es la viola. Su arte le permite mezclar su canto con los de otros instrumentistas, pero a veces ejecuta un solo. Toca sola en nombre de todos. Sus cuerdas vibran y de improviso el mundo del frondismo ordinario se difumina, se transfigura. El aire se vuelve azul. Antes de partir al exilio, probemos con ella este aire.