En 1937 cuatro mil niños españoles se dirigieron a Inglaterra a bordo de un viejo transatlántico, el mayor contingente de refugiados llegado a las costas inglesas y el primero integrado solo por niños, los «niños vascos», como se les conocería, trasladados para escapar de los horrores de la Guerra Civil en España. El gobierno británico no los quería. «El clima de aquí no les sentará bien», afirmó el primer ministro Baldwin. Pero con el sufrimiento causado por el bombardeo aéreo en la pequeña población vasca de Guernica todavía vivo en la imaginación, el gobierno británico autorizó a regañadientes la llegada de los niños a Inglaterra: con la condición de que no habría para ellos ninguna ayuda económica. Esta es la historia de aquella evacuación extraordinaria, de los hombres y mujeres que la hicieran posible, y de aquellos niños que se quedaron en Inglaterra y vieron cómo los tres meses se prolongaban en lo mejor de sus vidas.