2.15 de la madrugada. El centro de Madrid. Una mujer de unos treinta años detiene su coche al lado de un surtidor de gasolina. Introduce billete tras billete en el cajero automático y observa imperturbable cómo la gasolina rebosa del depósito y se esparce por el asfalto. Saca un mechero, lo enciende y lo acerca al reguero que casi le roza los zapatos...