Unos gruñidos aterradores resonaron por toda la estación de esquí. Allí estaba, encima del montículo de nieve formado por la avalancha. Era una horrenda criatura de pelaje blanco y ojos azules centelleantes. Era enorme... y de su cuello colgaba un extraño amuleto dorado. Con solo mirarlo se te ponían los pelos de punta. Pero no podíamos dejarnos vencer por el miedo, había llegado el momento de que las Superfieras entráramos en acción.