¿Cómo pensar la sociedad global para conseguir que la Tierra siga siendo un hogar para todos? ¿De qué modo los cambios en el mundo globalizado afectan e interpelan a la propia actividad de pensar? Para analizar esta relación de ida y vuelta entre la globalización y la filosofía, Antonio Campillo toma como hilo conductor el concepto tierra de nadie,en sus diversos usos y sentidos: la tierra sin dueño, los territorios arrebatados a los pueblos, la tierra disputada, las fronteras amuralladas y, por último, el patrimonio común de la humanidad. El autor propone que nuestro planeta sea reconocido como propiedad de nadie, pero patrimonio de todos. Así también para la filosofía, se propone como una actividad cosmo-poli-ética, pues su tarea consiste en pensar las diferencias y las articulaciones entre el mundo, el nosotros y el yo. En este sentido, es también una tierra de nadie, porque permite conectar entre sí la ciencia, la política y la ética, y porque todos los seres humanos pueden acceder a ella y ejercitarla libremente