Joseph Conrad fue marino antes que escritor. Cuando el 15 de abril de 1912 el Titanic se hundió, el hombre de mar y gran moralista que fue Conrad no pudo permanecer ajeno al drama y reflejó su visión del asunto en los dos textos que aquí se recogen y que cuestionan la labor de las comisiones de investigación cuyos trabajos fundamentaron una sentencia final sospechosamente favorable a los armadores.