Como un ciego vería el mundo si el don de la vista regresase de repente, así se puede describir el efecto que las pinturas de Turner ejercen sobre el espectador. John Ruskin, el defensor incondicional en el siglo XIX de la pintura de William Turner (1775-1851), hablaba de la "inocencia de la mirada" que percibía los colores y las formas del mundo antes de reconocer el significado.
Pero para desarrollar este estilo, Turner primero tuvo que superar todo el legado de las enseñanzas académicas del Rococó tardío. Fue simultáneamente un romántico y un realista, aunque sin identificarse con ninguno de los dos. Sus paisajes, adelantados a su tiempo, se han considerado precursores del Impresionismo, pero también poseen rasgos que influyeron en el Expresionismo y muchas de sus composiciones posteriores son completamente surrealistas.