Hace varias décadas, el historiador Bernard Wasserstein se propuso estudiar el pasado de un pueblo situado a más de 60 kilómetros al oeste de Leópolis del que procedía su familia, en especial su abuelo Berl: Krakovets. Quería observar y comprender de qué forma pudieron afectar a la gente corriente varias de las grandes fuerzas determinantes para la historia de nuestra época. Wasserstein traza el arco de la historia a través de siglos de conflictos religiosos y políticos, a medida que distintos ejércitos de cosacos, turcos, suecos y moscovitas arrasaron la región. En plena Ilustración, el magnate polaco Ignacy Cetner construyó un palacio en Krakovets y, con su animosa hija, la princesa Anna, creó una arcadia de refinamiento y serenidad. A partir de 1772, bajo los emperadores Habsburgo, Krakovets se convirtió en un típico shtetl, con una abigarrada población de polacos, ucranianos y judíos. En 1914 llegó el desastre. 'Siete años de terror y carnicería' dejaron un legado de feroces antagonismos nacionales. Durante la Segunda Guerra Mundial, los judíos murieron asesinados en circunstancias que Wasserstein descri