Es sorprendente la emoción que transmite la simplicidad gráfica de Leo Lionni en esta historia de amistad entre una rana y un pollo. Lo más divertido de este relato es que el narrador comete el mismo error que cometen los personajes del texto, al confundir a dos animales, y el lector, sintiéndose superior, pues él sí sabe de qué se trata, se ríe. Jessica, la rana exploradora, curiosa y arriesgada, la que encuentra la piedra, es un ejemplo para imitar.
En una pequeña isla viven tres ranas: Marilyn, Augusto y la soñadora Jessica a quien todo le parece maravilloso. Un día Jessica encuentra una gran piedra, redonda y blanca, que decide llevarse a su casa. Marilyn dice de inmediato que se trata del huevo de un pollo y a los pocos días la cáscara se rompe y aparece un pequeño caimán que deciden que sí, que es un pollo. El pollo sabe nadar y un día salva a Jessica del fondo del agua, donde se había quedado atrapada entre unas algas. Desde ese día se hacen amigos inseparables y exploran la isla hasta que un pájaro le dice al pollo: "¡Aquí estás! ¡Tu madre ha estado buscándote por todas partes!". Y Jessica le acompaña al encuentro de la gran mamá caimán, que se alegra mucho de encontrar a su pequeño. Cuando regresa con sus amigos, nadie admite que de verdad es un caimán y siguen llamándole pollo. Una preciosa fábula sobre la amistad y las diferencias, llena de humor y guiños al lector. Leo Lionni ilustra con formas simples, muy cercanas al collage y con gran economía de recursos. No es extraño que sus historias gusten tanto: animales que se comportan como humanos y se ven envueltos en situaciones singulares donde muestran que la amistad y la aventura es lo más importante.