«Ya estoy condenada. Lo estuve desde el día en que salí del vientre de mi madre como mujer y le arranqué lágrimas en lugar de una sonrisa».
La principal atracción del reino de Áragog era su mercado de mujeres, y Aquía, preparada desde su nacimiento para el momento en que sería ofertada, había aceptado su propósito: ser una vendida. Sin embargo, nadie hubiera podido advertirle del quiebre que sucedería cuando conociera al hombre que pagaría por ella.
«Mi cuerpo lo compró el príncipe maldito, pero mi voluntad no le pertenecía a nadie».
Embarcada en una travesía asediada por escorpiones, por asesinos y por mujeres hastiadas de su realidad, Aquía tuvo que descubrir de qué estaban hechas sus alas para poder sobrevivir al declive de Áragog.