Hace cinco años Ortega Cano conducía ebrio y embistió con su coche el de una persona anónima hasta ahora: Carlos Parra, que murió
en el acto. Carlos acababa de hablar con su mujer del viaje de aniversario que iban a hacer. Y se fue a su trabajo en la recepción de un hotel de Sevilla, en turno de noche. Un militante de izquierdas y sindicalista, un hombre bueno y amante del rock que tenía un programa de radio. Una persona querida que se cruzó en el camino de un famoso terrateniente y torero retirado que cinco años después aún no ha pedido perdón a la familia. Y también la historia de uno de tantos
pueblos pequeños de Andalucía, donde no hay trabajo y sí muchas relaciones enconadas.