De entrada, uno de los escritores de ciencia ficción más innovadores, ambiciosos y potentes de la segunda mitad del siglo XX. Y por otro lado está el Philip K. Dick que vivió la efervescencia contracultural de California, consumió con fervor anfetaminas y experimentó con el LSD. No es extraño que Carrère se sintiese fascinado por el talento desmesurado de Dick y le dedicase este ensayo biográfico.