Al-Andalus,Córdoba, Madinat-al-Zahra, Abderramán, Zahra?, nombres mágicos, sugerentes,evocadores? Córdoba,la capital de Al-Andalus, la joya del emirato y del califato omeya deoccidente. Pocas ciudades como Córdoba poseen la fuerza de trasladarnos a unmundo de ensueño. Al pasear por sus calles, resulta muy fácil imaginar la vidade nuestros antepasados andalusíes; asistir con ellos a los rezos de laMezquita; entrar en sus talleres de orfebrería en los zocos y contemplar eltrabajo de los artesanos; presenciar sus discusiones filosóficas o científicasbajo la arquería del shan; o,sencillamente, disfrutar de sus veladas nocturnas en noches irrepetibles,únicas, impregnadas de aroma de azahar. Madinatal-Zahra, ciudad deslumbrante, nostalgia sobre piedras milenarias. Durante loscasi ochenta años que contemplaron su efímera existencia fue la envidiada, lasoñada por los demás pueblos; el poder y la fuerza que somete, pero también lasabiduría y la tolerancia que engrandece. Recorrer sus actuales ruinas esdescubrir todo eso y mucho más. Es encontrarse con Abderramán III impartiendojusticia; tomando decisiones duras y difíciles; gobernando el reino máspoderoso y culto de Occidente; ejerciendo el mecenazgo de artistas,matemáticos, astrónomos, doctores, filósofos? Y Zahra; seguro que por algúnrincón del palacio califal, o por sus maravillosos jardines, podremos atisbar ala bella concubina cristiana del califa que por amor a su señor renunció a todocuanto había sido hasta entonces, y se convirtió en su mejor consejera yconfidente. ¿Existió en realidad, o es fruto de la leyenda?, ¿quizás una mezclade ambas?. ¡Qué más da!. Zahra forma parte ya de la memoria de un pueblo, de sutradición, que la convierten en tan cercana y real como queramos. Peropor encima de personas y lugares, Al-Andalus, El Vergel, como envoltorio mágicosin el cual nada hubiese sido posible. Ni siquiera el Califato de Damasco fuecapaz de hacerle sombra. A lo largo de más de cuarenta años, primero como emiry luego como califa independiente, Abderramán III representó lo más avanzado dela civilización del siglo X. La sociedad andalusí, todos sus territorios, asumieronla grandeza que irradiaban sus dirigentes, y se sintieron protagonistas de supropia historia. De esta forma, coincidieron en una misma época esplendorosa lomás destacado de las artes, las ciencias, el pensamiento, y los más reputadosmédicos, científicos, músicos, literatos?, que dieron lugar a la modernizaciónde una sociedad que caminaba muy por delante de los reinos que la rodeaban. En ?Al-Andalus, el sueño de uncalifa?, la autora ha sido capaz de transmitirnos aquello que pudo ser unasociedad culta y refinada, aunque también despiadada y cruel. Es precisamenteeste juego de luces y sombras, de contrastes, lo que más atrae y subyuga. Laconspiración urdida entre musulmanes resentidos y cristianos sin escrúpulospara derrocar a Abderramán III, deja al descubierto toda una lucha de interesesy ambiciones personales por ambos bandos, que no dudarán lo más mínimo a lahora de poner en peligro la paz y la libertad logradas tras grandessacrificios. Tanto el califa cordobés como el rey navarro se verán obligados autilizar procedimientos nada habituales para desenmascarar una trama que lesaboca a un enfrentamiento definitivo. Si los personajes históricos son fuertes,potentes, los de ficción no les van a la zaga, hasta el punto que es difícilimaginar que no pudieran existir en la realidad. Desdeel inicio de la novela, el lector se sentirá atrapado por la narración fluidade una intriga que se enreda más y más, y en la que casi nada es lo que parece;seguirá con pasión los avatares de unos protagonistas que no le darán respiro asus emociones; se ¿sorprenderá? con un desenlace que? pero no, no desvelemosmás de lo necesario. Enverdad, Al-Andalus fue el sueño de un gran gobernante adelantado a su tiempo, ypor lo mismo incomprendido, que pudo cambiar el devenir de nuestra historia.Así que nada mejor que finalizar con las palabras del propio Abderramán, quebien podrían constituir el resumen de su legado: ?Jamás aceptaré que se niegue que la convivencia entre distintos seaposible; hemos demostrado que la tolerancia es la base sobre la que puedeconstruirse cualquier civilización, sin temores ni recelos. Al-Andalus siempreconservará su esencia, y será un ejemplo en cuyo espejo podrán mirarse todosnuestros descendientes?.