En 1935, con apenas diecinueve años y sintiéndose una pueblerina, Cecilia llega al «Madrid de la víspera», una ciudad vibrante en la que enseguida se abre camino. Encuentra trabajo en la revista Estampa después de que su director constate que no ha dejado al novio en el pueblo y le cambie el nombre por el más chic de G. de Guilarte. No imagina que a los pocos meses estará escribiendo crónicas de guerra desde el frente norte.