Un poema contiene el mundo: desde la fascinación podemos descubrir sus historias y rastrear sus ecos. En estos poemas, confeccionados como objetos, como pequeñas cajas de resonancia o secreteres, caben grabados y postales, cartas y ensayos; dos eclipses enmarcan el libro. Cid elabora una cartografía sorpresiva y resistente, como la pintura sobre tela de araña o las cartas de navegación polinesias.