Pese a que Muhammad Ali decía que «en el ring hay un árbitro que para el combate si el luchador corre el riesgo de hacerse demasiado daño» y que, por tanto «el boxeo no tiene nada que ver con la guerra y sus ametralladoras, sus bazucas, sus granadas y sus bombarderos», José Ferreras los hibrida en este segundo poemario, en tanto que busca incentivar la pelea callejera, la lucha social contra toda opresión, mordiendo el aire para llevar a los proles a morder a su patrón y arrancar quizá con el bocado una oreja, dejar caer algún diente, modificar la trayectoria de su nariz.
Siguiendo la línea de la poesía de cóctel molotov de La fábrica de arañas, él sabe que, como decía Tyson, «todo el mundo tiene un plan hasta que le llega la primera hostia», y está dispuesto a desbaratar los vuestros con el derechazo que supone este libro, que llegará directo a vuestro estómago. Han llegado los tiempos de la poesía incómoda, arrabalera y salvaje que anhela ponerse los guantes. Id a por la billetera, y a por la toalla.
Sara Prida Vega