Una novela magnética, vibrante y profética. «Una historia hecha a medida para estos tiempos.» The Times Amanda y Clay se dirigen a un rincón remoto de Long Island con la idea de tomarse un descanso de su ajetreada vida en Nueva York: un respiro de fin de semana en una casa de lujo en compañía de su hijo y su hija. Sin embargo, el hechizo se rompe de madrugada, cuando Ruth y G. H., una pareja mayor, llama a la puerta: son los propietarios de la casa y se han presentado allí en estado de pánico con la noticia de que un apagón repentino ha barrido la ciudad. De repente, las dos familias empiezan a presenciar extraños fenómenos de la naturaleza, como una manada de ciervos que huye despavorida y siembra el caos en el jardín. La crítica ha dicho... «Una historia hecha a medida para estos tiempos.» The Times «El mundo invisible y terrorífico de este libro recuerda a la sensación actual de alarma, en un planeta azotado por la pandemia.» The Financial Times «La novela de una época.» The Independent «Cautivadora [#]. Alam trasciende con éxito los cánones del género. Hoy, las novelas de grandes cataclismos reclaman algo distinto, la aceptación de que no vamos a hallar una nueva normalidad.» The New Yorker «Imponente, sin más [#]. Un libro extraordinario, lleno de inteligencia, emoción y alucinaciones.» The Observer «Un análisis excepcional de la raza y la clase social, y del aspecto que tiene el mundo cuando se acerca a su final.» Roxane Gay «Dejar el mundo atrás es muchísimas cosas -divertida, mordaz, esclarecedora en cuestiones de modernidad, raza, paternidad y hogar-, pero en el fondo es una historia de nuestro apocalipsis compartido, una mirada constante a la humanidad en el instante de su caída desde una altura enorme. Ninguna novela me había perturbado tanto desde Nunca me abandones de Ishiguro.» Carmen Maria Machado, autora de Su cuerpo y otras fiestas «Cautivadora [#]. Alam trasciende con éxito los cánones del género. Hoy, las novelas de grandes cataclismos reclaman algo distinto, la aceptación de que no vamos a hallar una nueva normalidad.» The New Yorker