En 1538, Francisco de Holanda, joven pintor de veinte años, viajó a Italia por orden de Juan III de Portugal para ilustrar «las fortalezas y obras más insignes» de aquella tierra. Esta misión diplomática le permitió conocer a Miguel Ángel, que entonces tenía sesenta y tres años. Los diálogos recogidos en este volumen recrean literariamente las conversaciones sobre arte que Francisco mantuvo con el maestro.